Para cuando la idea de
abrir una librería francesa en Berlín empezó a rondar por la cabeza de Frenkel,
estaban muy recientes aún las sensibilidades de la Guerra, que para entonces
era apenas eso, porque no se podía diferenciar entre primera y segunda. La combinación
de Francia y Alemania no representaba propiamente el símbolo de la amistad,
teniendo en cuenta que en la Guerra estos países habían hecho parte de bandos
contrapuestos. Los permisos, las gestiones, los mensajes de aliento y de
desaliento precedieron la empresa de La Maison du Livre, la primera
librería francesa que se instaló en Berlín y funcionó hasta 1939, cuando
Frenkel abandona Berlín poco antes de la declaratoria de guerra, de la que hoy
conocemos como la Segunda Guerra Mundial.
En su marcha, que para
ese momento muchos de los que la emprendían creían que podía ser “mientras
tanto”, es posible que Frenkel no hubiera dado por sentado que ese era el fin
del fin del sueño que había empezado casi dos décadas atrás, en 1921. Llegó a
París, de donde luego tuvo que huir hacia el sur, y luego a Niza, y de ahí en
adelante se relata el drama de los que aguardaban sin saber qué, de los que
esperaban sin saber hasta cuándo, de los que huían y se escondían sin saber muy
bien de qué, o peor aún, sin entender muy bien porqué. Sí, claro que sabemos
que la “razón” es porque eran judíos, o porque no eran de una raza
suficientemente pura como para merecer ocupar un lugar en el mundo, pero… ¿eso
es una razón?
Uno empieza esta historia
y, en la medida en que avanza, va dando los pasos con la protagonista, hasta
llegar al siguiente escondite, y volver a huir, y volver a llegar. Uno emprende
el viaje con Merkel sin regreso alguno, y avanza entre los días, las noches, la
incertidumbre, el azar. Claro, uno avanza con ella con la ventaja de no ser
ella, y además, de saber que la guerra termina algún día, porque hoy lo
sabemos, pero ella en ese momento solo lo anhelaba, sin certeza alguna, pues en
las guerras jamás hay certezas, solo hay presente y azar.
Los que huyen y se esconden,
los que tratan a toda costa de no ser alcanzados por la guerra, solo tienen el presente,
que consiste en esperar, y ganan la guerra todos los días cuando, al final de
ese día, su presente sigue teniendo vida. El azar, por otro lado, complementa ese
presente de largas esperas, es ese vaivén al que son sometidos quienes saben que, hagan lo que hagan, siempre habrá un margen muy grande que marcará una diferencia definitiva, y ese margen no depende de ellos, es lo que algunos llaman "destino", quizás.
Leer estas líneas es
recorrer de nuevo la travesía de la guerra de la mano
de Merkel, una judía polaca que la agarró el inicio de las hostilidades lejos
de todo, incluso de sí misma. Uno lee estas líneas y comprende cada vez menos a esos que creen en los extremos, los que salen a matar en nombre de
un bando, de una bandera, los que se creen con derecho a matar a otros porque piensan diferente, pero más allá de eso, simplemente porque pueden. Aunque para ser justos, leer esta historia es también
reconciliarse con el mundo de cuenta de todas esas personas que, en medio de
sus propios privilegios, exponían su vida y su integridad para socorrer a esos
que huían y no sabían de quién, ni porqué.
Sí, uno se reconcilia con
el mundo cuando se encuentra con personas como los Marius, que sin necesidad de
mediar palabra supieron al instante que Merkel necesitaba protección, y sin
tener ni siquiera una estrecha amistad, supieron estar del lado correcto de la
historia, haciendo todo lo que humanamente podían para poner a salvo a una
persona de las barbaridades que apenas empezaban, que se agudizaban con el
pasar de los días. Y así por el estilo, en la historia se cuentan otras
historias de esos que también fueron a la guerra, pero en el bando contrario
del régimen que los “protegía”, poniendo a salvo a esos perseguidos de no se
sabe qué.
Una librería en Berlín es
uno más de los tantos relatos que, a estas alturas de la humanidad, han dejado
en evidencia todo el horror de la guerra, de la segunda guerra. Pero además del horror, es uno más de
los relatos que desnuda, desde distintos frentes, la angustia, la zozobra y la
larga espera de quienes se aferraban a la vida en medio de un mundo sitiado por
la barbarie.
MJPB