Datos personales

sábado, 4 de julio de 2020

Una librería en Berlín



Para cuando la idea de abrir una librería francesa en Berlín empezó a rondar por la cabeza de Frenkel, estaban muy recientes aún las sensibilidades de la Guerra, que para entonces era apenas eso, porque no se podía diferenciar entre primera y segunda. La combinación de Francia y Alemania no representaba propiamente el símbolo de la amistad, teniendo en cuenta que en la Guerra estos países habían hecho parte de bandos contrapuestos. Los permisos, las gestiones, los mensajes de aliento y de desaliento precedieron la empresa de La Maison du Livre, la primera librería francesa que se instaló en Berlín y funcionó hasta 1939, cuando Frenkel abandona Berlín poco antes de la declaratoria de guerra, de la que hoy conocemos como la Segunda Guerra Mundial.

En su marcha, que para ese momento muchos de los que la emprendían creían que podía ser “mientras tanto”, es posible que Frenkel no hubiera dado por sentado que ese era el fin del fin del sueño que había empezado casi dos décadas atrás, en 1921. Llegó a París, de donde luego tuvo que huir hacia el sur, y luego a Niza, y de ahí en adelante se relata el drama de los que aguardaban sin saber qué, de los que esperaban sin saber hasta cuándo, de los que huían y se escondían sin saber muy bien de qué, o peor aún, sin entender muy bien porqué. Sí, claro que sabemos que la “razón” es porque eran judíos, o porque no eran de una raza suficientemente pura como para merecer ocupar un lugar en el mundo, pero… ¿eso es una razón?

Uno empieza esta historia y, en la medida en que avanza, va dando los pasos con la protagonista, hasta llegar al siguiente escondite, y volver a huir, y volver a llegar. Uno emprende el viaje con Merkel sin regreso alguno, y avanza entre los días, las noches, la incertidumbre, el azar. Claro, uno avanza con ella con la ventaja de no ser ella, y además, de saber que la guerra termina algún día, porque hoy lo sabemos, pero ella en ese momento solo lo anhelaba, sin certeza alguna, pues en las guerras jamás hay certezas, solo hay presente y azar.

Los que huyen y se esconden, los que tratan a toda costa de no ser alcanzados por la guerra, solo tienen el presente, que consiste en esperar, y ganan la guerra todos los días cuando, al final de ese día, su presente sigue teniendo vida. El azar, por otro lado, complementa ese presente de largas esperas, es ese vaivén al que son sometidos quienes saben que, hagan lo que hagan, siempre habrá un margen muy grande que marcará una diferencia definitiva, y ese margen no depende de ellos, es lo que algunos llaman "destino", quizás.

Leer estas líneas es recorrer de nuevo la travesía de la guerra de la mano de Merkel, una judía polaca que la agarró el inicio de las hostilidades lejos de todo, incluso de sí misma. Uno lee estas líneas y comprende cada vez menos a esos que creen en los extremos, los que salen a matar en nombre de un bando, de una bandera, los que se creen con derecho a matar a otros porque piensan diferente, pero más allá de eso, simplemente porque pueden. Aunque para ser justos, leer esta historia es también reconciliarse con el mundo de cuenta de todas esas personas que, en medio de sus propios privilegios, exponían su vida y su integridad para socorrer a esos que huían y no sabían de quién, ni porqué.

Sí, uno se reconcilia con el mundo cuando se encuentra con personas como los Marius, que sin necesidad de mediar palabra supieron al instante que Merkel necesitaba protección, y sin tener ni siquiera una estrecha amistad, supieron estar del lado correcto de la historia, haciendo todo lo que humanamente podían para poner a salvo a una persona de las barbaridades que apenas empezaban, que se agudizaban con el pasar de los días. Y así por el estilo, en la historia se cuentan otras historias de esos que también fueron a la guerra, pero en el bando contrario del régimen que los “protegía”, poniendo a salvo a esos perseguidos de no se sabe qué.

Una librería en Berlín es uno más de los tantos relatos que, a estas alturas de la humanidad, han dejado en evidencia todo el horror de la guerra, de la segunda guerra. Pero además del horror, es uno más de los relatos que desnuda, desde distintos frentes, la angustia, la zozobra y la larga espera de quienes se aferraban a la vida en medio de un mundo sitiado por la barbarie.


MJPB